viernes, 1 de junio de 2012

256846

Ella increíble, radiante, en medio de esa sala de baile junto a otras 2000 personas. Yo anonadado con cada uno de sus movimientos, ensimismado con sus largas y fibrosas piernas que desembocan en un pequeño y delicado pie con un fino tacón negro, y que se descubren por esa corta falda de tubo que marca con precisión cada curva que dibuja su cintura. Ese pequeño y alargado cuello que deja ver el comienzo de sus delicados y finos senos, que se ocultan en aquella camisa de flores; que soñaría poder quitar poco a poco junto a mi, en aquel pequeño y olvidado camastro.
Juntos, sintiendo cada palmo de mi cuerpo resbalar por mis manos, y poder hacer aquello que consideremos necesario, aquello con lo que los dos seamos feliz, lo oportuno, lo adecuado.
Entonces me acerco, me mira, se acerca, me sonríe, la sonrió y algo nos atrae como dos auténticos imanes que se juntan por sus polos opuestos; es inevitable, irresistible, entonces justo en ese mismo instante sus labios se unen con los míos haciendo de eso una nueva historia de amor, que quizá pueda llegar a ser interminable.